El tabú del colecho


El colecho, o acto de dormir con el bebé en la misma cama, suele ser un tabú en nuestras sociedades, ya que hay miles de «expertos» que dicen que si uno duerme con los hijos los va a malcriar y nunca los va a sacar del cuarto. Sin embargo, más familias de las que uno cree optan por este arreglo nocturno, pues encuentran que es la única forma de tener una noche de descanso. En muchas sociedades pre industriales el hecho de que los bebés duerman con sus mamás es algo que no se pone en duda y simplemente se considera la forma más natural de maternar.
Yo era de las que creía que desde el principio los bebés debían estar por fuera de la cama matrimonial. De hecho el único lugar posible para un bebé era su moisés los primeros meses y su cuna, en otro cuarto, después de un tiempo. Mis instintos me decían que en la noche debía estar cerca de mi bebé, pero mi cabeza me mandaba a tenerla lejos, pues era lo que la gente decía que era «lo correcto». Y pues ahora, años después, entiendo que lo único que logré con ese pensamiento terco y obtuso fue tener eternas noches en las que, primero, me tenía que parar a amamantar y luego, me debía parar a ponerle el chupo para que conciliara el sueño de nuevo.

Los años, la experiencia y las lecturas me enseñaron a aceptar y entender que un bebé NECESITA a sus padres tanto en la noche como en el día. Y que no es cierto que a los 4, 6, o 9 meses, ni siquiera a los dos años, los bebés deben pasar derecho y quedarse dormidos en su cuarto, solos, a oscuras, sin protestar, sin tener derecho a tener hambre, frío, calor, o simplemente necesidad de amor. Como afirma un gran defensor de la crianza con apego y del colecho, el doctor Willian Sears, es necesario tener una determinada actitud hacia las necesidades del bebé, que consiste en aceptar que éste es una persona con grandes necesidades 24 horas al día, 7 días a la semana. Mejor dicho, como suelo afirmar últimamente en mis conversaciones con otras mamás, se trata de una cuestión de expectativas: si estamos esperando que nuestros hijos se duerman solos y pasen derecho cuando tienes 6 meses (porque eso fue lo que nos dijo el pediatra, la tía, el panadero o la vecina), pues muy seguramente nos vamos a frustrar. Pero si entendemos que cada niño es diferente, que los patrones de desarrollo son extremadamente variables y que vamos a tener noches más difíciles que otras, pues la cosa no va a estar tan grave y a lo mejor hasta la vida nos premia con un bebé dormilón. El punto de quiebre para mí fue entender que un bebé cuando nace confía en que sus padres van a estar para él, disponibles, tanto en el día como en la noche.

Ojo, con esto no estoy diciendo que todo el mundo tiene que dormir con sus hijos. Cada familia encuentra la mejor manera de dormir. Pero en lo que quiero hacer énfasis es en que el objetivo es tener un buen descanso; y que si eso se logra mediante el colecho, pues no hay nada de malo en eso, sino que por el contrario, los beneficios son muchos.

Hay defensores del colecho que exponen que éste disminuye los riesgos de muerte súbita (SIDS por sus siglas en inglés). Lo que estos proponentes afirman es que la respiración de la madre ayuda a regular la respiración del bebé cuando duermen cerca: se establece una conexión especial, una relación de respiración armónica. Y no solo la respiración, sino que los movimientos también se armonizan. Es como una especie de danza nocturna: el bebé busca a la madre, la madre busca al bebé, ambos saben que el otro está bien, cerquita, respirando, y ambos siguen durmiendo porque se sienten seguros. El doctor Sears llega a proponer la idea de que la respiración de la madre estimula la respiración del bebé, impidiendo así que éste deje de respirar (que es lo que pasa con el SIDS).

En su Attachment Parenting Book el doctor Sears responde a la pregunta de por qué dormir cerca al bebé le funciona a tanta gente. Voy a resumir acá sus razones, que a su vez se han convertido en las mías para hacer colecho:

  1. Los bebés duermen mejor: es importante entender que los ciclos de sueño de un bebé y de un niño pequeño son muy diferentes a los de un adulto. De hecho solo hasta alrededor de los seis años los niños llegan a «pasar derecho». Antes de eso tienen muchos más ciclos de REM (o sueño ligero) que los que tiene un adulto y por eso son más susceptibles a despertarse. Hay quienes argumentan que éste es un mecanismo de defensa en los bebés pequeñitos, pues entre más «inquietos» y susceptibles a despertarse estén, y menos en un sueño pesado y profundo, tienen menos riesgos de dejar de respirar. Por otro lado, además de despertarse más, los bebés y niños pequeños no tienen la capacidad de volverse a dormir solitos, de autocontrolarse. Ese cuento de que tienen que aprender a consolarse solitos, y que eso se logra dejándolos llorar, es eso, puro cuento. En su desarrollo todavía no están listos para volverse a dormir solos y es nuestro deber como padres ayudarles y guiarlos en volver a conciliar el sueño. El mundo para un bebé es un lugar desconocido que puede llegar a ser aterrador y por eso nuestros hijos confían en nosotros para protegerlos, y si en la noche estamos ahí cerquita, van a aumentar las probabilidades de que vuelvan a dormir rápidamente, pues se van a sentir seguros.
  2. Las mamás dormimos mejor: es tan simple como que cuando uno amamanta es mucho más fácil seguir durmiendo si el bebé está en la cama con uno. Mientras que si uno tiene que levantarse y caminar y sacar al bebé de la cuna y dar teta sin quedarse dormida y poner al bebé otra vez en la cuna, varias veces en la noche… pues la cosa se pone pesada. El doctor Sears habla de la armonía nocturna, que es cuando los ciclos de sueño de madre e hijo se sincronizan, logrando que ambos duerman al mismo tiempo.
  3. La lactancia es más fácil: La Liga de la Leche recomienda que, para establecer una buena producción de leche, es necesario amamantar durante la noche. Los bebés que son amamantados de noche están mejor alimentados y duermen mejor, porque la leche materna a esas horas tiene sustancias relajantes que ayudan a conciliar el sueño. Además, la prolactina (la hormona que se produce en el cuerpo materno al amamantar) tiene propiedades relajantes también para la madre. Todo esto resulta aún mucho mejor si uno no tiene que levantarse a cargar al bebé para amamantar, sino que simplemente al primer signo de hambre la mamá acerca el seno al bebé, él se agarra y la noche sigue su curso sin mayores interrupciones.
  4. Ayuda al bebé a crecer y en su desarrollo: los bebés que colechan crecen muy bien, desarrollando todo su potencial físico, emocional e intelectual. Los expertos dicen que esto se debe a ese contacto físico extra con el cuerpo materno, así como a la disponibilidad continua de leche materna rica en grasa, que es la encargada del desarrollo cerebral de los bebés (y de la que carecen los teteros con cereal que tantos pediatras recomiendan, aduciendo que así los niños van a pasar derecho).
  5. Promueve la confianza entre padres y bebé: al dormir con mi hijo le estoy dando un claro mensaje: siempre voy a estar disponible para él, de día o de noche, sin importar las circunstancias. Un bebé que es atendido durante el día, pero al que se le dice que en la noche debe dormir solo, recibe mensajes contradictorios. Estar cerquita, por el contrario, permite una reacción inmediata a sus necesidades. Este punto creo que es clave como contra argumento de quienes dicen que los niños que duermen con sus padres nunca van a ser independientes. Es todo lo contrario: al saber que uno siempre está ahí, los niños se sienten seguros y, poco a poco, a medida que van creciendo, van encontrando su independencia. Mejor dicho, tenga por seguro que cuando su hijo vaya a la universidad no va a querer compartir la cama con usted… o al menos no muy seguido.

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Finalmente, es importante tener en cuenta dos cuestiones más al hablar de colecho:

Primero, colecho no significa solo meter al bebé en la cama matromonial. Hay muchas maneras de hacerlo sin incomodarse: en una cama king, uniendo dos camas, quitándole un lado a la cuna y uniéndola a la propia cama, comprando un moisés diseñado especialmente para colecho, durmiendo en la cama y cuarto del bebé, durmiendo con el bebé solo una parte de la noche. En fin, hay mil maneras y lo mejor es ser creativo y encontrar lo que más se adapte a sus circunstancias.

Segundo, hay que tener en claro los principios del colecho seguro: no dormir con el bebé si se está bajo los efectos de drogas o alcohol, incluidos medicamentos que produzcan sueño pesado; evite dormir con el bebé si usted es extremadamente obeso, pues la obesidad afecta los patrones de sueño; no es recomendable que la abuela o la niñera duerman con un bebé muy pequeño, pues no está en el mismo estado de alerta de una madre en el posparto; no duerma con un bebé en una mecedora, sofá y otro tipo de mueble blando del que el bebé pueda caerse o en el que se pueda sofocar; no duerma con collares o cerca de cordones; evite usar fragancias muy fuertes que puedan irritar o tapar las vías respiratorias del bebé; ponga al bebé a dormir de espaldas; no lo arrope demasiado, pues su cuerpo le va a dar el calorcito que necesita; no fume donde duerme el bebé; finalmente, su colchón debe ser firme y no debe tener cojines y ropones extra que puedan ahogarlo.

Nota final: ¿Y el sexo? Bueno, hay  una activista de lactancia gringa que dice que si a uno solo se le ocurre tener sexo en la cama matrimonial, antes de dormir, es porque su vida sexual es muy monótona y aburrida. Los lugares de la casa para tener intimidad con la pareja son infinitos, así que ¡a usar la imaginación!

 

 

 

2 comentarios en “El tabú del colecho

  1. Para nosotros es el momento perfecto de vínculo amoroso y auténtico con nuestra hija. No sólo por lo que le aporta a ella, sino por lo que nos deja a nosotros: contemplados dormir, sentirla cerquita, el que nos consienta y sobretodo el depertar con besito un «mami» y «papi» que derriten en la mañana. Ella decide cuándo quiere dormir con nosotros, pues puede ir a nuestro cuarto en cualuier momento. Y a la hora de dormir en su colchón, siempre se acuesta con alguno de los dos. Es cerrar el día con alguno de sus papás consintiéndola.

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